jueves, 18 de julio de 2013

Memorandum poetae.

Plumas sin tinta escriben nostalgia sobre pergaminos del aire.

Un ángel del cielo vuela para cruzar el gran charco,

vuela con sus alas, sin cruzar en barco.

Entre nogales y robles cuelgan medallas de sus frutos,

pero una enredadera les rodea luchando por ver el Sol.

Podréis cortar otra, pero nunca cortaréis a esta Malayerba.

¡Malayerba nunca muere!

Y cuando el ángel haya nadado lejos y saque sus garras silvestres

entre lo desconocido, el colibrí batirá sus alas buscando esa

cicatríz que recibió el nogal y el roble, grande y noble.

Brisa que quebranta al león rugir su garganta.

Los párrafos homenajean, mientras el cielo aplaude,

el escorpión reside, pues un poeta se despide.

Como el paso del tiempo.

Hermoso, simplemente es hermoso.

Esa melodía que oígo al sonar,

y que en cada nota me detengo a escuchar.

Como el llanto del nacer de un niño.

Tan hermoso como doloroso.

Como el ver el primer diente salir, y el primero en caer, y el último a su misma vez.

Como el primer día de la escuela, y el último de la universidad.

Tan hermoso como doloroso.

Como el primer y el último amor.

Como la lágrima que cae en la cara del hijo que comprende que el camino con sus padres a acabado,

definitivamente, y les ha hecho felices, por el hecho de ser su hijo.

Tan hermoso como doloroso.

O como la soledad que algunos como yo guardamos.

Una soledad vacía, flotando entre lágrimas y sustendando estas palabras.

Tan hermoso como doloroso.

Porque es lo único que tengo, acompañado de una bella canción,

una botella medio vacía de ron y un enorme álbum de fotos.

Hermoso, simplemente es hermoso.